Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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lunes, 25 de mayo de 2015

El vuelo de Alba María

Alba María ha irrumpido con fuerza en el panorama musical gallego. La novísima cantautora viguesa viene de publicar Aínda, donde impregna de imaginación poética y rebeldía diversos géneros populares, como la habanera, el jazz o la bossa nova. Un debut espléndido. 

La cantautora Alba María.



Dentro de mi generación, Alba María —sagaz cantautora viguesa de 20 primaveras— es una de las artistas con la que más conecto ética y estéticamente. En abril del pasado año, Alba resultó vencedora del “I Certame de Canción de Autor en Galego ‘Concello de Teo’”. Dicho premio le permitió publicar, en diciembre, su preciosa ópera prima, Aínda (aCentral Folque), compuesta por ocho piezas. Es un disco enérgico y, al mismo tiempo, delicado, situado en ese punto crucial donde la sugerencia y la afirmación no sólo confluyen, sino que se retroalimentan. Hace falta un notable dominio del lenguaje escrito y musical para transitar sin titubeos —como es el caso— por tan resbaladizo punto. Sí, estamos asistiendo a las primeras e inspiradas manifestaciones de una creadora de fuste.


La temática de Aínda es, en gran medida, realista; desde una perspectiva crítica, Alba María toca problemas de actualidad como la emigración juvenil (“Habaneira de Berlín”) o el paro (“Levando a lúa na saia”), además de reflejar su conciencia de género (“Cabaleira”, “Pretéritas perfectas”). Pero aunque parta de la realidad, esta cantautora no descuida la dimensión imaginativa, dándoles así a los textos un marchamo poético: “’Onde é que vai cabaleira? / Non sabe que é a primeira / En perder?’ // Vencer vencer perdendo a guerra / Vencer contando as infeccións / Botando pus coiraza-costra / Vencer comprendendo que loitamos / Por terra mar e papel / Vencer vencer l’amour est un oiseau rebelle”. 
En esas representativas estrofas, Alba María, al cambiar de género un sustantivo originalmente masculino (“cabaleira”), al emplear una valiosa paradoja (“Vencer vencer perdendo a guerra”) y al intertextualizar con pericia a Georges Bizet (“L’amour est un oiseau rebelle”), nos ofrece un universo tirante, complejo, pleno de matices. No podía ser de otra forma: la viguesa sabe que renunciar al vuelo imaginativo significaría empobrecer la realidad recreada. Desde luego, la mirada de esta chica —combativa y soñadora— arroja esperanza sobre una generación (la nuestra) desencantada ante la usura imperante: “Aínda non se vestiron de loito todas as teclas dos pianos, e súan tinta aínda as páxinas dos cadernos”, leemos en el libreto del álbum de la propia Alba María.

La portada de Aínda, el primer disco de Alba María.
Me parecen indudables, en fin, el talento y la eficacia de la escritora. Por supuesto, dentro de la integralidad compositiva de Alba María, cabe señalar también su elevado sentido melódico —es significativo el hecho de que a veces componga antes las músicas que las letras: algo infrecuente en los cantautores al uso, para quienes las melodías suelen ser elementos más bien funcionales—, así como su gran versatilidad —en Aínda nos encontramos con una irónica habanera (“Habaneira de Berlín”), una envolvente morna (“Albas perdidas”), un penetrante blues (“Rúa vella”), una magnética bossa nova (“Levando a lúa na saia”), etcétera—.
Debido a esa versatilidad, al cultivo de nuestra lengua vernácula, a sus dosis de elegante irreverencia y a su predilección por una base rítmica de aires jazz, Alba María entronca claramente con el grupo Marful. La influencia es absolutamente directa: Alba recibió, en aCentral Folque (centro musical gallego responsable de la edición de Aínda), el magisterio de Ugia Pedreira, la carismática vocalista de Marful. Pero no acaba ahí la conexión: otro de los miembros de la soberbia banda galaica, el acordeonista Pedro Pascual, deja su impronta en el primer corte de Aínda, “Bandadas de horas”. Asimismo, dos colaboradores de Marful —el contrabajista José Manuel Díaz y el pianista Alejandro Vargas, cubanos ambos— son, en calidad de precisos instrumentistas e ingeniosos arreglistas, piezas fundamentales del disco de Alba María. Díaz se encarga, además, de la exquisita producción.

Aun sabiendo de su madurez y perspicacia, no deja de asombrarme que, en sus primeras composiciones editadas, Alba María ya haya casado plenamente músicas y mensajes. El ejemplo máximo de ese matrimonio es, para mí, “Pretéritas perfectas”. Desde luego, la forma decididamente jazzística —estamos ante un género popular y a la vez experimental— resulta ideal para dialogar de forma abierta e inteligente con la tradición gallega, concretamente con las cantigas “A Carolina” y “Ven bailar, Carmiña”. Alba María parte de esos famosos temas para agitar los estereotipos femeninos contenidos en ellos, a la par que celebra, en efecto, la independencia de la mujer galaica. Canta la viguesa refiriéndose a las Carolinas: “Din que aínda lles preguntan con que andan a bailar / Din que xa non son Penélopes mirando para o mar / Din que xa quedaron fartas de pintar lagartos / Que non teñen corazón / Din que aínda seguen bailando… / Si señor!”.

En “Pretéritas perfectas”, Alba María, catapultada por una melodía ondulante, despliega todos los poderes de su tersa y resonante voz. Me entusiasman sus fraseos; apasionados pero también deconstructores (gracias al uso del falsete), clavan magníficamente el ritmo del jazz. Merece la pena detenerse en el broche final del espléndido tema: un monólogo. Aquí Alba María extrae la heterodoxia de los maestros del blues y del soul, que, al recitar en determinados momentos, liberan a la canción de corsés melódicos. Pero la novísima cantautora no se limita a mimetizar ese espíritu, sino que lo hace suyo. Tengamos en cuenta que las partes habladas de B.B. King o Solomon Burke son inflexiones tensas, declamaciones, por decirlo así; Alba María, sin embargo, en su monólogo de “Pretéritas perfectas”, emplea una dicción que rezuma toda la espontaneidad de la juventud. Por supuesto, ambos modos vocales, bien tratados —como sucede en los ejemplos que he puesto—, cumplen idénticas funciones: revitalizar un género popular, sorprender al oyente y profundizar en los perfiles de los personajes o en unas sensaciones. 

Alba María junto a su magnífica banda, formada por el contrabajista José Manuel Díaz, el batería Carlos Freire y el guitarrista Felipe Villar.


Otra gema de Aínda es “Albas perdidas”. Se trata de una composición subyugante, cuya melodía nos trae —al igual que el rajão de José Luis do Pico— el aroma del Atlántico. La letra probablemente sea la más sensorial y abierta de todo el álbum: “Empurro os teitos da risa / Vólvome corda pulsada ata fartar / Quero convertirte en onda / Que te mergulles toda enteira no meu son”. 

No quisiera concluir este artículo sin volver a la excelsa producción de José Manuel Díaz. Este cubano ha encontrado un sonido nítido y cálido, y ha logrado capturar el refinamiento —alejado de la afectación— que Alba María imprime a la música popular. En Aínda, todo está en su sitio. Sirva como ejemplo el tratamiento de las armonías vocales de la artista gallega en “Retellando o ceo”. Esas voces parecen el eco de un acordeón; dejan huella por su sutileza, sin necesidad de restar peso a la estupenda guitarra de Felipe Villar, pujante a lo largo de todo el tema. 
Servidor, junto a Alba María, al término del concierto que ella ofreció en Lugo el mes pasado. 

[Artículo mío publicado ayer en La Huella Digital

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